Hay señales. Están allí para quien quiera verlas.
El pantalón de tiro bajo, aparentemente, vuelve a estar de moda. Lindsay Lohan reapareció y protagoniza películas nuevas. Una de las cantantes más escuchadas del continente se aferra del .mp3 en uno de sus últimos discos. Vuelven las sagas de terror de grupos grandes y muertes locas. Disney recicla personajes que tienen menos de veinte años. Las bandas del Pilsen Rock reviven. Ver a la selección uruguaya de fútbol otra vez es malo para la salud.
Hay señales. Y si se pasa raya, es evidente: volvieron los 2000 y no hay forma de escapar.
En el continuo reciclaje de la cultura pop, los años avanzaron lo suficiente como para que el boomerang del tiempo nos haya traído de vuelta los primeros compases del milenio a la mesa de novedades. La generación Z, los centennials, han sido cooptados por una nostalgia retroactiva de cosas que no llegaron a vivir, o que fueron simultáneas a su nacimiento, y que hoy persiguen su atención y el negocio que provoca su consumo.
Las evidencias más notorias pasan, por ejemplo, en los intentos de Hollywood por recuperar sagas de terror propias del cable de esas épocas.
Uno de los ejemplos exitosos de los últimos meses es Destino Final: Lazos de sangre, una suerte de continuación de la saga homónima —o una de esas películas que ahora se conocen como legacy sequel— que estrenó su primera película exactamente en los 2000, pero cuyas sucesoras atravesaron la década que siguió.
Esta vez, es una familia la que tiene que engañar a la muerte y no un grupo de adolescentes con las hormonas alborotadas, en un giro ingenioso que tiene que ver con la herencia de la “maldición” y que llenó las salas de cine con dos elementos: mucha sangre y millones de espectadores en todo el mundo.
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Según los datos de taquilla, la última entrega de la saga alcanzó una recaudación mundial acumulada de 189,5 millones de dólares, y se transformó en la entrega más taquillera de la franquicia con solo doce días en cartelera. Ya es una de las películas de terror más exitosas del 2025 —en el marco de un género que suele rendir en la relación presupuesto-recaudación— y todo apunta a que veremos más destinos finales en el futuro.
Destino final, en algún punto, se subió al éxito de otra saga de los 2000 que había regresado a las pantallas algunos años atrás: la icónica Scream, creada originalmente por Wes Craven en una suerte de apunte autoconsciente de los slashers que él mismo ayudó a delinear en la década de los 70, y que estrenó su quinta parte en 2022, y la sexta en 2023.
A mediados de julio, en tanto, se estrenará en Uruguay y el mundo otro título que remite directamente a esos años dosmileros: Sé lo que hiciste el verano pasado. La cuarta parte de la franquicia recupera a dos de los actores originales, Jennifer Love Hewitt y Freddie Prinze Jr., y tratará de perseguir el éxito de las dos sagas anteriores.
Por fuera de las películas de terror, otro de los bombazos en taquilla de estos días tiene que ver también con un personaje de esos años.
Disney, que se quedó sin películas de los 80 y los 90 para reciclar en live-actions poco agraciados, apostó a una película menor de los 2000 que, por alguna razón, tenía más fanáticos de lo que uno pensaría: Lilo & Stitch.
Estrenada en 2002, esta aventura hawaiana que une a un bicho alienígena azul indomable y a una niña en las paradisíacas playas de la isla del Pacífico, tuvo su versión actualizada en 2025 y está siendo otro éxito gigantesco. Hasta ahora ha recaudado 807,6 millones de dólares en todo el mundo y se espera que sea la primera producción de 2025 en alcanzar la marca de los 1.000 millones. Es además la segunda película más taquillera del año y hace tres semanas que nadie la puede bajar del primer puesto a nivel mundial de lo más visto.
Y si esto no alcanza, ahí está Lindsay Lohan como otro cartel de neón que anuncia un viaje al pasado. La actriz de 38 años emergió del sarcófago en el que estaba guardada con un nuevo rostro —literalmente: la cirugía estética a la que se sometió es una de las últimas tendencias de rejuvenecimiento de Hollywood—, limpia de sus problemas con la ley y las drogas, y dispuesta a recuperar un lugar en la industria que, a principios de los 2000, se había ganado con películas como Chicas pesadas o Un viernes de locos.
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Su “recuperación” fue, en parte, a impulsos de Netflix, que la tomó como protagonista de un par de películas románticas descartables que parecen hechas con IA, pero pronto estrenará la secuela de Un viernes de locos junto a la inoxidable Jamie Lee Curtis.
Vuelve el MP3
La moda también pegó el volantazo y empezó a preferir tendencias que se alinean a una estética bien dosmilera, algo que apuntó de forma detallada la periodista Carla Colman en una nota sobre el fenómeno Y2K.
“Cuando se popularizó el estudio de tendencias para la moda, se había establecido que un ciclo duraba 18 años, entre que emergía con timidez, se iba afianzando, se popularizaba, se masificaba completamente y luego iba decayendo hasta desaparecer y reaparecer cuando la idea parecía nuevamente novedosa. Hoy se acortan los ciclos, existen las llamadas microtendencias y s de redes sociales como TikTok se encargan de exponenciarlas y luego desterrarlas. Las tendencias de moda siempre se nutrieron del entorno, pero desde hace años puede suceder que un movimiento que surge en la cultura popular tenga igual o más peso que las ideas de un gran diseñador”, explicaba en esa nota la directora editorial de Couture, Natalia Jinchuk.
Y quizás, como una especie de acción encadenada, la moda dio paso a la música, porque eso conjuga la cantante Charli XCX y su proyecto Brat, o más cerca de acá Emilia Mernes, tal vez uno de los símbolos más idóneos del fenómeno por estos lares. Ella es de las artistas más escuchadas del momento en Argentina y la región, y construyó su figura y su imaginario en torno a colores estridentes sacados de Windows XP, títulos de canciones que parecen extraídos del Ares, y una apología a los 2GB de memoria interna que tenían los reproductores de mp3 más potentes del mercado. Y del mismo sarcófago de donde salió Lindsay Lohan, también se escapó Avril Lavigne, que otra vez está cantando por escenarios del mundo en su gira Greatest Hits.
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De este lado del charco, lo que se levantó de la tumba de los 2000 fue la generación Pilsen Rock.
En los últimos años, varias bandas que rondaron la escena musical de aquel mítico festival celebrado durante años en el Parque de la Hispanidad en Durazno volvieron a resurgir. Una de las primeras fue Hereford, y una de las vueltas más sonadas la de Astroboy, que agotó entradas en los shows que dio en 2024. En los próximos días tendrá su reunión en los escenarios la banda Guatusi, y ya se anunció también la vuelta de Grafolitas, así que el fenómeno no es anecdótico: los 2000 están ahí a la vuelta. Y nadie se puede escapar.