El Papa León XIV ha pedido al Espíritu Santo que "ilumine" a los responsables políticos de los países en guerra, para que tengan la "valentía de hacer gestos de distensión y de diálogo".
Así lo expresó durante la misa del Domingo de Pentecostés, un mes después de su elección como sucesor del Papa Francisco, en un evento al que asistieron alrededor de 80.000 fieles en la Plaza de San Pedro, con motivo del Jubileo de los Movimientos, Asociaciones y Nuevas Comunidades.
El Pontífice dirigió sus oraciones a los gobernantes y a los países en conflicto, pidiendo por el don de la paz y resaltando que "solo un corazón en paz puede difundirla, en la familia, en la sociedad y en las relaciones internacionales".
Además, trazó una visión para una Iglesia "sin muros y sin despreciados", buscando una comunidad de hermanos y hermanas "libres en Cristo".
Para alcanzar este objetivo, subrayó tres dimensiones esenciales de la acción del Espíritu: abrir las fronteras dentro de cada persona, en las relaciones y entre los pueblos.
En su reflexión, el Papa lamentó cómo, a pesar de las múltiples oportunidades de socialización en el mundo actual, las personas están cada vez más solas. "Estamos siempre conectados y, sin embargo, incapaces de establecer vínculos", afirmó, destacando que aunque rodeados de multitudes, a menudo nos sentimos "viajeros desorientados y solitarios".
Asimismo, recordó cómo en el Pentecostés las lenguas, en lugar de dividir, unieron a los pueblos. "El caos de Babel es apaciguado por la armonía del Espíritu", destacó, haciendo énfasis en que las divisiones no deben ser "ocasión de división y conflicto", sino un "patrimonio común del que todos podemos beneficiarnos, que nos pone a todos en camino, juntos, en la fraternidad".
En su homilía, el Papa concluyó con un llamado a poner en práctica "el mandamiento del amor" y subrayó que el Espíritu "rompe las fronteras y abate los muros de la indiferencia y del odio" en un mundo desgarrado por las guerras y las migraciones forzadas.