Al padre de Pedro, un niño de cuatro años, le llegó un mensaje de Whatsapp: “Mostrale a Pedro un objeto (ej. un envase) que tenga números y pedile que los encuentre. Si no lo logra, mostrale dónde están. La idea es hacer notas que los números están en todas partes. Señalale los números del 1 al 9 y decile cómo se llama cada uno. Pedro puede ayudarte si ya conoce alguno. Jueguen varias veces a la semana a descubrir los números que nos rodean”.
Mensajes de ese estilo —y que buscaban estimular a los pequeños en distintos desarrollos— les llegó a otras familias de niños de la misma edad. A algunos les llegaba personalizado y ajustado a las características de sus hijos. Otros recibieron comunicados más genéricos. Y otros (que oficiaban de grupo de control en el experimento) no tuvieron notificación alguna.
Durante 26 semanas, incluyendo el receso de verano, 401 familias fueron parte de la primera parte del experimento. Y durante 22 semanas, 1.272 familias participaron de la segunda parte en la mitad del último año lectivo. ¿El resultado? La implementación de este programa de mensajes y estímulos, a muy bajo costo en un país en que el a Whatsapp tiende a universalizarse, logró mejoras “significativas” en el desarrollo de los niños.
Las habilidades cognitivas y las lógico-matemáticas fueron las que más se vieron potenciadas con el experimento. Los niños de aquellas familias que recibían y aplicaban las propuestas lúdicas —sin importar si los mensajes estaban ajustado a las características específicas de su hijo o no—, “mostraron resultados positivos” en comparación a aquellos niños no estimulados (el grupo de control).
Los investigadores de la Universidad de la República detrás de este proyecto ya venían trabajando durante una década en la aplicación de INDI, el inventario de desarrollo infantil que les permite a las maestras de educación inicial conocer, mediante actividades cotidianas en el aula, el nivel de desarrollo de sus estudiantes. Eso ya venía demostrando que año tras año, con un agravante inmediatamente después de la pandemia, cerca de uno de cada siete niños estaba descendido en varios desarrollos (motor, lenguaje, emocional, etc.). Cerca de un 4%, además, estaba muy descendido y se sugería una derivación a un profesional. Y la mitad de ellos no contaban siquiera con el control médico ante tamaño descenso.
Con el correr de los años se establecieron hojas de ruta para derivar los casos más complejos al sistema de salud. Se hicieron estudios sobre qué estaba afectando más al desarrollo de los niños en Uruguay. Y hasta se demostró que los resultados de INDI eran predictores de problemas futuros (estudiantes que de grandes abandonan el sistema educativo, repetición escolar, problemas de conducta).
¿Qué se puede hacer ante esta realidad? Esa pregunta se realizaron los investigadores. Y aprovecharon la facilidad de las nuevas tecnologías para crear este Fortalecimiento Oportuno del Desarrollo Infantil, como le llamaron al programa de mensajería por Whatsapp.
Ellos, en su mayoría del Centro Interdisciplinario de Cognición para la Educación y el Aprendizaje (Cicea), sabían que la evidencia científica era contundente: “La participación activa de los padres en la educación de sus hijos genera mejores resultados en su desarrollo. Cuando estas intervenciones son adaptadas a las características del niño y su contexto social y familiar, la promoción del desarrollo infantil se potencia”.
Pero, ¿qué pasa cuando se los estimula, con mensajes y propuestas, para que participen incluso en las semanas en que no hay jardín o escuela?
Hallazgos en desarrollo
Los mensajes que fueron enviados durante el receso de verano tuvieron más efecto que aquellos que llegaban durante el año lectivo. Es cierto que, en la época estival, el programa se había extendido durante más semanas consecutivas. Pero Alejandro Vásquez, profesor titular y coordinador del programa de Cognición del Instituto de Fundamentos y Métodos en Psicología, suma una explicación:
“Durante el año lectivo la escuela ya promueve ciertas actividades en el hogar (a través de las reuniones de padres, actividades para el cuaderno, comunicados y mensajes), las cuales pueden trabajar o tener parte de los ingredientes que tiene el programa FODI. Además está la promoción del desarrollo que promueve el jardín en si mismo. En cambio, durante el verano, el o de los padres con servicios de atención a primera infancia es más bajo, lo cual hace que el aporte diferencial o exclusivo del programa sea mayor”.
De hecho, distintos estudios vienen demostrando con los recesos muy prolongados tienden a generar rezago en los niños y un ensanchamiento de la brecha: a los de contextos más desfavorables les afecta más ese parate y falta de estímulos.
A futuro, los investigadores proponen escalar el programa al resto del sistema y mejorar la personalización de los mensajes. “En una perspectiva más ambiciosa de largo plazo, se podría pensar el ajuste de las sugerencias y actividades según áreas de interés del niño (ej. deporte, arte, ciencia) o características de la familia”, explica Vásquez.
Y concluye el informe: “Los hallazgos destacan la efectividad de FODI para promover el desarrollo cognitivo infantil especialmente durante el receso de verano, un período crítico para evitar la pérdida de aprendizajes”.